El
día ha sido áspero y
mis viseras no suavizan el dolor.
Mis ojos supuran el húmedo y
salado que cae hacia mi boca.
Mi boca que suplica el silencio,
el luto,
el respeto por la sangre
que tiñe cada grieta de mi cuerpo.
Mis manos tiemblan sosteniendo
mi vientre que se desmorona
dejando en ruinas la cuna vacía,
sin grito,
sin eco,
sin esperanza.
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