Esa tarde entre a un café para escapar de la lluvia. Pedí un cappuccino y me senté junto a la ventana, mirando la gente pasar. Fue cuando un hombre de aspecto intrigante y sonrisa agradable se acerco.
La conversación comenzó con un “¿esta este asiento ocupado?”
Se sentó junto a mí y hablamos del clima y cosas triviales.
“Fernando, mucho gusto”
“Laura, gracias”
Me conto de su trabajo, yo del mío y de mi eterna búsqueda por encontrar uno mejor. El hablaba de su aventura como soltero, yo de mis hijos. El de su pasión por la música y yo de mi gusto por los libros y la poesía. Coincidimos en muchos gustos en especial la nicotina y cafeína.
Yo 28, el 33.
Relatamos cada uno nuestras historias de amores pasados. Como si fueramos viejos amigos, entre chistes y risas la plática se fue alargando…
El café terminando, pero ninguno se quería despedir. Amablemente pidió mi número, comento le gustaba verme sonreír. Le dije “claro, estaremos en contacto”. Le recite un numero falso por temor la vieja historia se volviese a repetir. Así nos despedimos con un tímido beso en la mejía.
El se fue con sus falsas esperanzas y yo partí con mi realidad.
Camine en dirección opuesta con los pensamientos en mi cabeza…
“Aun no es tiempo” me dije a mi misma, “quiero estar sola y reflexionar sin lamentar”
En una tarde lluviosa…